Señales antes del fin -mensaje dominical 6-2-2022

julio 1st, 2022 Posted by Mensaje Dominical 0 thoughts on “Señales antes del fin -mensaje dominical 6-2-2022”

Señales antes del fin

Lucas 21:5-24                                                                                           V.C. 21:7

 

“Y le preguntaron, diciendo: Maestro, ¿Cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?”

 

Si prestamos atención a todo aquello que nos rodea, observaremos que nos encontramos inmersos en un mundo cada vez más señalizado. Por donde miremos, hay distintas señales, que nos advierten, sugieren o dan indicaciones. Sin ir más lejos, las señales de tránsito, por ejemplo, organizan el desplazamiento de los peatones y vehículos en la vía pública a fin de proteger, ordenar y prevenir accidentes. Pero las calles, asimismo, están señalizadas con nombres y cada inmueble tiene una numeración asignada. Ya sea en fábricas o centros comerciales, también hallamos señalizaciones que nos indican la localización de los baños, matafuegos o salidas, el sentido de circulación, la capacidad máxima de personas admitidas, etc. Dentro de nuestra casa, también estamos rodeados de símbolos o señales que nos dan instrucciones y ordenan nuestra vida cotidiana. En cada artefacto, vemos especificaciones técnicas de uso. Algunos electrodomésticos o dispositivos dan avisos sonoros como cuando se enciende una alarma, suena un celular, cuando un lavarropas termina su proceso o cuando la puerta de ciertas heladeras, de un auto o del ascensor quedó abierta. Vivimos en un mundo señalizado. Un mundo que da señales por donde se lo mire.

 

Todos entendemos que una señal cumple una función específica. Cumple la función de llamar nuestra atención y hacernos notar algo. Una señal no tendría razón de ser si no estuviera indicando o dando algún mensaje. Y su existencia no es para que nos quedemos mirando la señal en sí, sino que su propósito es apuntar hacia algo; señalar algo. Si nos quedamos viendo lo colorido de un semáforo y, especialmente, lo brillante de la luz roja encendida y alegremente avanzamos en la marcha, nos estaremos exponiendo a un accidente. Por no haber interpretado una señal que busca ser oída y advertir algo.

 

Pero, hay también otras señales que todos pueden ver pero que la mayoría pasa por alto. Son señales de un fin inevitable. Señales de un juicio impostergable. Señales que vienen de parte de Dios y que se las puede encontrar por donde se mire. No obstante, no todos ponen atención en ellas. Y no todos pueden interpretarlas. Claramente, al ver todos los hechos a nuestro alrededor, notamos que hay algo que está por suceder. No hay dudas de esto. Por eso, en la palabra de hoy, nuestro Señor nos da una fuerte advertencia. Él quiere llevarnos a tener una vista correcta hacia este mundo para que no nos dejemos cautivar por lo temporal sino que anhelemos lo eterno. Y, sobre todo, quiere que seamos capaces de identificar y entender las señales que están marcando un fin inminente. Abramos, entonces, nuestros ojos y reconozcamos lo que muchos se niegan a ver: que Jesús está en viniendo.

 

  1. Los tiempos (5-7; 20-24)

Mientras Jesús compartía sus enseñanzas en el templo, él había destacado la ofrenda de una viuda muy pobre que, echando apenas dos blancas en las arcas, dio más que cualquier rico que ofrendaba grandes sumas de dinero. ¿Por qué? Porque los ricos, de su abundancia, daban de lo que les sobraba. Pero aquella viuda, de su pobreza, había dado todo su sustento. Estas palabras deben haber causado un gran impacto entre los oyentes para quienes lo material representaba lo más importante. Tal vez algunos, incluso, repudiaron la apreciación de Jesús. Es que, al pensar en los costos necesarios para mantener un templo tan grandioso como aquel, no podían dejar de afirmar que dos blancas no representaban prácticamente nada. Así que, a causa de sus pensamientos materialistas, veían más valiosa y significativa la ofrenda de los ricos que lo que la viuda pobre había traído.

 

En verdad, aquel templo era espectacular. Tal es así, que se lo consideraba como una de las grandes maravillas de la época. Por lo tanto, era el orgullo nacional. Aunque todavía estaba en construcción, su hermosura era notoria a todo poblador y a todo visitante. En tiempos de Jesús, ya hacían unos cincuenta años que habían comenzado las obras de reparación, embellecimiento y extensión de los límites del templo. Los trabajos concluirían recién en el año 63 d.C., después de ochenta y dos años de labor continua. La fama de aquel templo se había extendido por todo el mundo. Sus elevados muros eran imponentes. Sus amplios patios contaban con varios ornamentos de gran valor de oro macizo y de joyas invaluables. Allí, hasta se habían plantado vistosos árboles donde pudiesen refugiarse los concurrentes ya que el patio era destechado. La única parte cubierta del templo era el Lugar Santo y Santísimo que tenía altas columnas de mármol blanco de una sola pieza. Su techo había sido recubierto con oro blanco que, para los nuevos turistas, al ver la ciudad de lejos, los hacía pensar en que se trataba de un monte nevado por lo deslumbrante del brillo que emanaba.

 

No era extraño, entonces, que los discípulos de Jesús se asombraran y enorgullecieran de una construcción como aquella. Pero la vista de Jesús era diferente. Lucas relata: “Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida” (Lc 21:5,6). Mientras los judíos se admiraban y presumían de aquel maravilloso templo, Jesús aseguró que de él no quedaría piedra sobre piedra. Todo sería destruido. Y, de esta forma, una vez más, dejó en claro que cualquier objeto u obra material de este mundo, por más extraordinario que fuese a la vista del hombre, no reviste valor alguno ante la eternidad de Dios.

 

Por más que nos esforcemos en adquirir los bienes de este mundo o que nos gloriemos de ellos, de todo lo que ven nuestros ojos, no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido porque todo es pasajero. Pedro nos recuerda la temporalidad de las cosas, diciéndonos: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas” (2 P 3:10). Nada quedará de este mundo. ¿Por qué, entonces, usar toda nuestra vida únicamente para acumular sus posesiones como si esto fuera lo más valioso? ¿Por qué concentrarnos sólo en lo terrenal y dejar de lado lo que es eterno? Jesús nos dice: “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6:19-21; NVI). ¿Dónde está tu tesoro? ¿Dónde has puesto tu corazón? ¿En aquello de lo que no quedará piedra sobre piedra? ¿O en lo eterno que hay en el Señor?

 

Al escuchar la sorprendente sentencia de Jesús sobre el templo, sus seguidores le hicieron dos preguntas. Ellos le dijeron: “Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?” (Lc 21:7b). Quienes oían las palabras proféticas del Señor, tuvieron interés en el tiempo y en las señales que anunciarían la destrucción por venir. Y Jesús dio respuesta a ambas cuestiones. La historia nos muestra que el templo de Jerusalén fue completamente devastado en el año 70 d.C. Apenas siete años después de la conclusión de las obras de reconstrucción. Esto ocurrió por orden del emperador a causa de una sublevación de los judíos contra el imperio romano. Como consecuencia, tal como afirmó el Señor, no quedó piedra sobre piedra. Todo fue derribado.

 

En cuanto a los tiempos, Jesús les advirtió a sus discípulos: “…cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella… porque habrá gran calamidad en la tierra, e ira sobre este pueblo. Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan” (Lc 21:20,21.23b,24). Antes de ser destruida, los ejércitos romanos rodearon Jerusalén. Muchos se refugiaron en la ciudad confiando en las murallas que la hacían una fortaleza impenetrable. No obstante, los que recordaron las palabras de Jesús, huyeron y salvaron sus vidas. Porque, dado que fueron sitiados por varios días, quienes se habían resguardado en la ciudad, comenzaron a morir de hambre por falta de alimentos. Y, finalmente, cuando se abrió una brecha, los soldados invadieron Jerusalén y mataron sin distinción, a hombres, mujeres, niños y ancianos. Los que fueron asesinados fueron alrededor de un millón cien mil personas. Y sólo unos cien mil sobrevivieron y fueron llevados cautivos.

 

Sin embargo, antes de que esto ocurriese, Jesús advirtió que habría varias señales. Señales que se repetirán en el fin de este mundo. Señales de destrucción y horror. Porque la devastación del templo es sombra de lo que acontecerá en el final de los tiempos. De esta tierra tampoco quedará piedra sobre piedra. Y entonces, regresará nuestro Señor Jesús. Tal como sucedió con la desolación de Jerusalén, las causas serán las mismas en el fin de este mundo. Como señaló Jesús: “Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas” (Lc 21:22). Como ocurrió con el templo, la destrucción de este mundo será la consecuencia del rechazo de los hombres al Hijo de Dios que se dio a sí mismo para nuestra salvación. De esta manera, por no haberse arrepentido y creído en él, insistiendo en una vida de pecado, la humanidad sufrirá una terrible devastación como los pobladores de Jerusalén.

 

Por eso, Pablo nos advierte si es que nos negamos a arrepentirnos y recibir la salvación de nuestro Señor Jesús; si es que perseveramos en el pecado en lugar de despojarnos de él. El apóstol nos dice: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Ro 2:5). Así que, reconociendo los tiempos, dejemos atrás el apego de las cosas de este mundo que se desvanecerán. Anhelemos más bien lo que es eterno. Para esto, busquemos, ante todo, el perdón de nuestro Señor presentándonos en arrepentimiento sincero ante Él. Abandonemos la vida de pecado para no caer bajo el juicio de Dios que traerá una destrucción inminente. Anhelemos vivir en genuina santidad. Porque si bien hay un fin determinado para este mundo, también hay vida eterna para aquellos que han creído en Jesús. No cerremos nuestros ojos ante lo que nos indican los tiempos. La venida del Señor se aproxima. Procuremos alcanzar entonces, su reino de gloria.

 

 

  1. Las señales (8-19)

La primera pregunta de los seguidores de Jesús fue acerca de los tiempos del fin. Su segunda pregunta fue acerca de las señales que precederían a ese fin. ¿Y cuáles serán, entonces, las señales por venir? Podemos agruparlas en dos:

 

Primero. Jesús habló de señales de destrucción en el mundo. El Señor mencionó las señales que se verán antes de cumplirse el tiempo de su venida y que producirán muerte. La primera señal de destrucción es la corrupción espiritual. Jesús dijo: “Mirad que no seáis engañados; porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo, y: El tiempo está cerca. Mas no vayáis en pos de ellos” (Lc 21:8). Al acercarse el fin de este mundo, muchos alzarán la voz auto-proclamándose como el Mesías. No obstante, el Señor nos advierte que no debemos creerles. Él declaró: “…si os dijeren: Mirad, está en el desierto, no salgáis; o mirad, está en los aposentos, no lo creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mt 24:26,27). Ya por estos días se acrecientan quienes aseguran ser la reencarnación o el retorno del Mesías. Hace poco, un ciudadano ruso que aseguraba que él era Jesús, tuvo en vilo a toda la provincia de Neuquén, por haber secuestrado a uno de sus hijos. Finalmente, fue encontrado junto al niño y fue llevado a un centro de salud mental. Y vos, ¿en qué pensás cuando oís de casos como éste? ¿En que en el mundo hay cada vez más locos? ¿Que hay cada vez más personas con trastornos psiquiátricos serios? Por más que esto sea así, al ver cómo aumenta el número de personas que se creen “cristos” debemos tener presente algo incuestionable. Jesús está viniendo. Así que, reconociendo las señales, tengamos una vista espiritual ante los falsos profetas que se auto-proclaman como mesías. Reconozcamos que el tiempo del fin se aproxima.

 

La segunda señal de destrucción que Jesús menciona tiene que ver con los levantamientos armados. Él dijo: “Y cuando oigáis de guerras y de sediciones, no os alarméis; porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente… Se levantará nación contra nación, y reino contra reino” (Lc 21:9,10). Mientras nos acercamos a los últimos días, habrá más guerras y manifestaciones. Finalmente, como muchos temen, habrá una crisis a mayor escala. No hay un día en el que no se vea en las noticias algún hecho bélico que involucre a diferentes protagonistas. En los últimos tiempos, las noticias de guerras y ataques se multiplican. Se habla de la posible invasión de Rusia sobre Ucrania y la posición militar de las potencias ante este hecho. Vemos cómo ciertos países hacen públicas sus prácticas militares y los lanzamientos de misiles de largo alcance para amedrentar a otras naciones. Esta semana, Estados Unidos realizó un ataque en Siria a fin de matar al líder de un grupo terrorista. Y vos, cuando oís de guerras y de sediciones, cuando ves a hombres que se levantan con armas contra otros, ¿en qué pensás? ¿En que hay una cruenta lucha de intereses y una búsqueda de poder? Por más que esto sea así, no tenemos que ignorar lo indiscutible. Jesús está viniendo.

 

La tercera señal de destrucción que Jesús mencionó tiene que ver con los desastres naturales, el hambre y las enfermedades. Él anunció: “y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo” (Lc 21:11). No existe un día en el que no se registre un sismo en alguna parte del mundo. En lo que va del año varias provincias de nuestro país han sufrido fuertes temblores. También supimos de la erupción de un volcán y un tsunami que arrasó el mes pasado con toda una isla de Tonga. Sumado a esto, hay innumerables desastres naturales. Inundaciones y fuertes sequías, récords en los registros de calor o de frío, incendios forestales, etc. Cuando vemos todo esto, ¿en qué pensamos? ¿En el calentamiento global? ¿En la alta contaminación? ¿En la irresponsabilidad del hombre? Tenemos que saber que todo esto es preludio de la venida de nuestro Señor.

 

Por otro lado, los índices de pobreza y de hambre a nivel mundial se dispararon en el último año. Tan sólo en Latinoamérica, hay sesenta millones de personas que viven en condiciones de subalimentación. ¿Qué pensamos cuando vemos esto? ¿En la mala política, la corrupción y el egoísmo del hombre? Por más que esto sea así, lo que no debemos pasar por alto es que todo esto señala que Jesús está viniendo.

 

Y si hablásemos de pestilencias o enfermedades, desde hace dos años estamos en medio de una pandemia que se extiende por las continuas mutaciones y variantes de un nuevo virus. Y además de esto, hay otras enfermedades que se propagan en silencio pero con suma letalidad. ¿Por qué? ¿Por los ensayos o prácticas irresponsables del hombre? Es probable. Pero, como hijos de Dios, lo que siempre tenemos que notar al ver todo esto es que Jesús está viniendo. Jesús está viniendo y de esto nos hablan a gritos cada una de las señales de destrucción que se multiplican en el mundo. Sin embargo, estas no son las únicas señales que enumeró Jesús.

 

Segundo. Jesús habló de señales de persecución en la Iglesia. Además de las señales que producen muerte, Jesús también mencionó las señales que producirán vida en el fin de los tiempos. Son las señales que darán a los creyentes la ocasión de predicar el evangelio de Jesucristo. El Señor aseguró: “Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. Y esto os será ocasión para dar testimonio” (Lc 21:12,13). Jesús nos anticipa que, en el fin de este mundo, habrá persecución contra sus seguidores. Aun los miembros de la familia y los amigos entregarán a los creyentes para que sean matados. De todos modos, el Señor promete dar su protección y utilizará esta oportunidad para dar a conocer su nombre. Él extenderá su evangelio brindando la sabiduría irresistible de su Espíritu Santo a todos los discípulos fieles en medio de la persecución. Hoy por hoy, hay países que persiguen y dan muerte a quienes predican a Jesús por una cuestión política o religiosa. Continuamente, hay siervos de Dios que sufren amenazas y son asesinados por su fe.

 

Tal vez, estas asechanzas contra el pueblo de Dios parezcan estar lejos de nosotros. Pero no es así. Están en medio de nosotros. Miremos, por ejemplo, lo que sucedió con la Ley del Aborto el año pasado. Observemos los mensajes ocultos que los medios de comunicación dejan entrever contra quienes defendemos la vida. Y no sólo esto. Hay una campaña organizada contra la Iglesia de Cristo que se hará cada vez más incisiva. ¿No es esta también una persecución activa contra los verdaderos cristianos? Aun así, no debemos temer. Jesús nos dice: “Lo que os digo en tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mt 10:27,28). Toda persecución es una ocasión para nosotros para anunciar la salvación de Jesús. Por eso, debemos poner atención y estar listos a cumplir nuestra misión. En vez de enfocarnos en los padecimientos, debemos poner la mirada en el galardón que nos espera. Como dijo Pablo: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Co 4:17,18). ¿En qué pensás cuando ves las persecuciones directas e indirectas contra la Iglesia de Cristo? Cuando hay quienes rechazan el evangelio y desprecian a los hijos de Dios, ¿en qué pensás? Debemos tener vista espiritual. Debemos saber que Jesús está viniendo.

 

Por estos días, muchos se dejan impresionar por los avances tecnológicos y los progresos del hombre. Hay quienes pretenden, a través de ellos, desafiar a Dios. Algunos quieren explorar la galaxia y otros quieren crear nuevos universos virtuales donde la gente encuentre un sentido a su vida. Pero debemos saber que, de todo lo que está en este mundo no quedará piedra sobre piedra. Hay una sentencia sellada contra lo terrenal. Y aquellos que persistan en su pecado y en rechazar a Jesús, sufrirán las consecuencias cuando llegue el fin. Y ese fin se aproxima. Los tiempos y todas las señales que vemos a nuestro alrededor dan cuenta de esto. El día del Señor se acerca. No ignoremos esto. Por lo tanto, pongamos nuestra mirada en el reino celestial de gloria y concentrémonos en nuestra misión de anunciar el evangelio de Jesús para la salvación de las almas. Al ver lo que está ocurriendo a nuestro alrededor no desmayemos. Tengamos esperanza. ¿Por qué? Porque nuestro Señor muy pronto vendrá a buscarnos para llevarnos a su presencia eterna. Así que, al reconocer los tiempos y al ver las señales, siempre tengamos presente lo incuestionable. Nuestro Señor Jesús está viniendo.

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Mensaje dominical - LA ASCENSIÓN
Hechos 1:9-14
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Mensaje dominical – LA ASCENSIÓN
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4 días ago
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“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén” 🤗❤️🤗
Mateo 28: 19-20
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6 días ago
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Mensaje dominical - "HASTA LO ÚLTIMO DE LA TIERRA"
Hechos 1:1-8
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“Entonces el Espíritu del Señor vendrá sobre ti con poder, y tú profetizarás con ellos y serás una nueva persona” 👧👶🧒👦👩🧑👨👩‍🦱🧑‍🦱👨‍🦱👩‍🦰🧑‍🦰👨‍🦰👱‍♀️👵🧔‍♂️👨‍🦳👩‍🦲👴
1 Samuel 10:6NVI
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