El premio de la Esperanza

Filipenses 3: 7 al 14

V.C. 13 y 14

Introducción

Permítanme comenzar contándoles que este mensaje lo escribí cuatro veces. ¿Saben por qué? Porque no tenía una meta, mejor dicho, no tenía una meta clara. La primera vez me enfoqué en el sufrimiento, cuando hablé con el pastor Gustavo me dijo: José, el título de tu mensaje es “el PREMIO de la Esperanza”, tenés que hablar sobre el premio. Le dije: “ok”. En la segunda y la tercera me entusiasmé con los judaizantes y la conversión de Pablo. El domingo a la noche, el pastor me dijo: tenés que volver a meditar. Por eso tuvimos una larga charla por teléfono para volver a fijar la meta. Entonces empecé de nuevo, meditando los puntos que el pastor, muy amablemente, me indicó a medianoche y reflexioné: realmente se puede llegar a sufrir mucho si uno no tiene una meta clara. En los vs. claves de hoy Pablo habla de una meta haciendo referencia a una carrera. Para poder ganar la carrera hay que poner la vista fija en la meta, no perderla de vista y correr. Solamente se puede ganar el premio si llegamos a la meta.

A través de este pasaje de Filipenses vamos a ver en la vida de Pablo el cambio que experimentó luego de su encuentro con Jesús, cómo la Nueva Esperanza lo cambió todo, también vamos a ver qué fue lo que lo motivó a transitar el Camino de la Esperanza como un discípulo de Cristo y finalmente meditaremos en el Premio de la Esperanza. Nuestro Señor nos hizo nacer de nuevo en Cristo para una nueva esperanza. Seamos peregrinos que caminan hacia ella como discípulos fieles de Jesús. No olvidemos que nuestra Esperanza tiene un Premio.

Primera Parte: Perderlo todo por amor a Cristo

Pablo comienza con una sublime declaración en el v.7 diciendo que las cosas que para él tenían valor ahora las considera como pérdida por amor a Cristo. Sabemos cuáles eran esas cosas: algunas las obtuvo de nacimiento y otras por mérito propio: hebreo de hebreos y fariseo intachable. Pablo había logrado llegar al nivel social y religioso que cualquier judío de su época aspiraba llegar, el máximo nivel, pero ahora por amor a Cristo las considera sin valor.

En el v.8 amplía su declaración diciendo que considera todas las cosas no solo como pérdida sino hasta basura (estiércol). ¿A cambio de qué? Por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. En otra traducción dice: Por el infinito valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Pablo encontró un tesoro muy preciado que valía más que todas las cosas. (Mt. 13:44: Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.)

Entonces vemos que lo que motiva a Pablo a perderlo todo es el amor, es su amor hacia Cristo. Esta declaración la hizo en esta carta a los filipenses que fue escrita desde la cárcel en Roma después de 30 años de ministerio, durante los cuales sufrió por el evangelio como ningún otro. En 2 Co. 11 podemos leer una lista de todos sus padecimientos: sufrió azotes, cárceles, todo tipo de peligros, naufragios, hambre, frío y desnudez. A pesar de todo esto que padeció, Pablo declara que ama a Cristo. El v.9 nos aclara esto: Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe. “Ser hallado en él” significa “estar unido a Él”. Pablo desea estar unido a Cristo no por sus propios esfuerzos ni méritos personales sino por la gracia y el amor de Dios, y la gracia y el amor de Dios se revelan en su Hijo Jesús. (Juan 3:16) Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Pablo experimentó la gracia de Dios, fue perdonado por la inmensa obra de amor que Cristo realizó en la cruz. También supo que esta deuda de amor era impagable, ningún esfuerzo ni mérito propios podían saldar esta deuda, ¡¡¡estaba endeudado de por vida!!! Entonces, ¿Cómo podía no amar a Cristo? ¿Cómo podía no perderlo todo para ganar a Cristo?

Pablo había obtenido una nueva esperanza. El Nacimiento de su Esperanza no había sido fruto de sus esfuerzos ni méritos personales. Había sido por gracia. Por ese amor que recibió del Señor y la Nueva Esperanza que había abrazado, estaba dispuesto a perderlo todo. ¿Podrías también realizar la misma confesión que Pablo? ¿Amén?

Segunda Parte: Ser semejante a Cristo

En el v.10 podemos ver que la Nueva Esperanza de Pablo lo lleva a vivir como un discípulo de Cristo, dice: A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte. Aquí la palabra “conocer” indica su deseo intenso de conocer a Cristo íntimamente.

Luego dice que quiere experimentar el poder de su resurrección. ¿Por qué? Porque sin la resurrección de Cristo no tendríamos Esperanza alguna. Nuestra Única Esperanza es que nuestros cuerpos mortales sean levantados de la muerte para una eternidad de gloria junto a nuestro Señor. Si Cristo se hubiese quedado en la tumba, si no hubiese resucitado de entre los muertos, nuestra fe sería inútil y permaneceríamos en condenación (1 Co. 15:17: y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.). Ro. 8:11: Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Si creemos en la resurrección de Cristo, el mismo E.S. que resucitó a Jesús y mora en nosotros, obrará en nuestra santificación y nuestra posterior resurrección y glorificación.

Por eso, Pablo dice que si somos discípulos, también tenemos que participar de los padecimientos junto a Cristo. La resurrección no es posible si primero no hay muerte. Pablo no pasó por alto los sufrimientos en el camino de la esperanza. Sabemos que el sufrimiento es la disciplina necesaria del Señor. Un padre disciplina a su hijo. He 12:7,8 Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8 Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. He 12:11 Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.

El anhelo de Pablo era llegar a ser semejante a Cristo, no sólo en la resurrección sino también en su muerte. Entendía que toda disciplina de Dios era un privilegio inevitable. También lo es para nosotros. Sin embargo, esta carrera continúa a lo largo de toda nuestra vida. Por eso, Pablo, había dejado todo pasado atrás, no se contentaba ni conformaba con lo obtenido. No se dormía en los laureles. Seguía pensando que debía avanzar en su lucha hasta el último momento de su vida. Por esta causa, con humildad declara: v.12 “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”

Ser semejantes a Cristo es también nuestra lucha si es que hemos nacido de nuevo y si nos centramos en la Única Esperanza.

Tercera Parte: El Premio del Supremo Llamamiento

Nosotros podríamos pensar que Pablo, a esta altura de su vida, ya hizo mucho, que podría estar orgulloso por todo lo logrado, que merecería descansar, pero sin embargo no lo consideró así. Él deseaba seguir luchando por el llamado que recibió de Cristo. Por eso, confesó: v.13 y 14 “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”

Pablo no se aferró al pasado. Quiso olvidar lo que quedaba atrás. Tal vez, con esto se refiera a su vida pasada cuando perseguía a la iglesia o tal vez se refiera a sus 30 años de ministerio. Lo cierto es que olvidando lo que quedaba atrás se concentra a lo que está delante, y lo que está delante es la meta, la meta que debe alcanzar para terminar la carrera y recibir el premio del supremo llamamiento. Aquí “supremo” significa “de lo más alto”, celestial, es el llamado de Dios en Cristo Jesús. En la 3ra lectura hemos visto que este llamado a ser discípulo tiene un costo, es diferente a cualquier otro llamado de este mundo. Sus valores son más elevados y valiosos. No podemos tomarlo a la ligera. No tiene que ser por obligación, tiene que ser por amor, por amor a Cristo como Pablo le dice a los filipenses; y porque el conocimiento de Cristo tiene un valor incalculable en nuestras vidas, debe ser el tesoro escondido por el que estamos dispuestos a venderlo todo. Pablo afirmó en su 2da carta a su amado hijo Timoteo, que fue su última carta antes de morir, (2 Ti 4: 7 y 8) 7 He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 8 Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida. ¿Cómo pudo pelear la buena batalla? ¿Cómo pudo terminar la carrera? ¿Cómo pudo guardar la fe? Porque experimentó el amor de Cristo y entendió el incalculable valor que tiene el conocer a Cristo.

¿Y cuál sería el premio? ¿Dónde está nuestro premio? Les voy a dar una pista: vean el cartel aquí arriba, ¿qué hay en el fondo? El cielo. El premio no es de este mundo, el premio es celestial porque nuestro llamado es celestial.

He. 11: 13 Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolos de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

Pablo afirma que el Señor nos dará, en aquel día, la corona de justicia. Tenemos que ser fieles a nuestro Señor. Nuestro premio será entrar en el gozo de nuestro Señor. Hermanos, nuestro premio será fabuloso y va mucho más allá de nuestra imaginación y sorpresa. Nuestro premio será alcanzar el gozo con el Señor para siempre. Nuestro premio será que nuestro cuerpo corruptible se vuelva incorruptible. Nuestro premio será dejar este mundo de dolor y sufrimiento y entrar a un reino donde ya no habrá pena ni dolor ni clamor ni muerte. Nuestro premio será alcanzar un reencuentro maravilloso con aquellos que partieron primero y vivían con la misma esperanza que nosotros. Porque allí ya no habrá más despedidas. Nuestro premio será habitar en una ciudad donde no hay necesidad de sol ni de luna porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera. Caminaremos por calles de oro y tendremos impresionantes moradas preparadas por el Hijo de Dios. Pero sobre todo, nuestro premio será morar eternamente junto a nuestro Señor.

Nuestra Esperanza está en el cielo, es estar con Jesús para siempre.